LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS EN ESPAÑA
Introducción
A lo largo de los siglos la Península Ibérica, por su posición a caballo entre dos grandes masas de agua y entre dos continentes, ha sido una tierra de paso y de asentamiento de numerosos pueblos. De la misma forma las condiciones físicas y las estructuras socioeconómicas han provocado que los flujos migratorios se hayan desarrollado de una forma permanente.
Durante la Edad Moderna destacan dos tipos, los que tuvieron lugar hacia América a partir del siglo XVI, y la inmigración interior, desde las regiones del centro de la península hacia las de la periferia. En el primer caso se trató de andaluces, canarios y gallegos principalmente, mientras que en el segundo implicó el desplazamiento de cientos de miles de castellanos y extremeños hacia las regiones costeras. Este movimiento tuvo su apogeo en el siglo XVIII.
En el siglo XIX las emigraciones se dirigieron en hacia el norte de África, en el interior desde las regiones rurales hacia las industriales (Cataluña, País Vasco y Madrid) y sobre todo se incrementó la emigración hacia el continente americano, en especial hacia Argentina) y Cuba.
La emigración hacia América alcanzó su apogeo a principios de este siglo, pero tras la Primera Guerra Mundial, el flujo se redujo debido a la coyuntura económica, que permitió un crecimiento de la mano de obra industrial en España, lo que provocó una reducción de la emigración hacia el exterior.
La Guerra Civil y la postguerra redujeron la emigración (excepto la política), pero a partir de los años sesenta la emigración se reactivó como no lo habían hecho nunca a lo largo de la Historia.
La nueva coyuntura económica favoreció la movilidad de las personas que buscaban mejorar su situación laboral y de esa forma se inició un doble movimiento migratorio desde las zonas rurales (el denominado “éxodo rural”) más atrasadas del sur y del centro peninsular, hacia las zonas urbanas más industrializadas, calculando que unos cuatro millones de personas abandonaron sus hogares. La emigración exterior hacia Europa se estima en cerca de dos millones el número de personas que entre 1959 y 1973 abandonaron España para buscar trabajo en los países de la Europa Occidental más industrializados, que buscaban mano de obra barata para su industria en los países del Mediterráneo. Alemania, Francia, Suiza, Bélgica e Inglaterra fueron los destinos de ese gran flujo emigratorio que contribuyó con su esfuerzo a la reconstrucción de muchas zonas europeas que estaban recuperándose de los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Su aportación en divisas fue fundamental para la recuperación de la economía española de las décadas de los años sesenta y setenta.
Esta situación cambió a partir de los años 80, el desempleo aumentó, la producción se redujo y la industria europea dejó de necesitar más mano de obra, por lo que muchos de aquellos emigrantes tuvieron que volver a España, lo que produjo un incremento del desempleo.
Desde mediados de la década de los años noventa se inicia también un nuevo proceso que hasta ese momento apenas si había tenido precedentes en la Historia de las migraciones en nuestro país. Por primera vez en muchos siglos, España se ha convertido en receptora de inmigrantes.
El motivo de este hecho hay que buscarlo en la elevación del nivel de vida que se produce en España durante las últimas décadas, sobre todo tras la entrada en la Unión
Europea en 1986. El crecimiento económico y la recuperación de determinados sectores de actividad, ha favorecido un proceso de llegada de inmigrantes que buscan en nuestro país unas condiciones de vida mucho más favorables que las que encuentran en sus países de origen.
Se calcula que desde mediados de la década de los años noventa hasta hoy día, cerca de cinco millones de personas han llegado a España utilizando todos los medios posibles para entrar, en la mayor parte de los casos de forma ilegal, en nuestro país.
Estos inmigrantes proceden básicamente de tres zonas del mundo. En primer lugar del norte de África, bien sean de los países del Magreb, intentando la travesía del Estrecho de Gibraltar para llegar a la costa andaluza mediante frágiles pateras, o bien de países del África subsahariana, empleando otro tipo de embarcaciones llamadas cayucos para tratar de llegar con ellas a las islas Canarias.
El segundo lugar de procedencia es el de los países del Este de Europa, en especial de las Repúblicas de la antigua URSS tras su disolución en 1991, o bien de áreas balcánicas, en especial de Rumania, que se ha convertido en uno de los mayores núcleos
de emigración desde su entrada en la Unión Europea en 2007.
El tercer ámbito desde el que España recibe inmigrantes es del continente americano, en especial del sur y del Caribe, destacando particularmente los procedentes de Ecuador.
Estos inmigrantes se ocupan de los trabajos más difíciles y peor pagados, en general los relativos a las labores del campo, la producción industrial o el servicio doméstico en las ciudades. Su situación de ilegalidad los convierte en mano de obra muy barata y dócil por lo general, por lo que su número está aumentado considerablemente para sustituir a los españoles en aquellas tareas más ingratas o de menor remuneración económica.
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