Tras muchas discusiones en Durban se han aprobado un paquete de medidas con numerosos aspectos significativos, entre los que destacan:
Protocolo de Kioto
La cumbre logra la firma de un segundo plazo de este tratado, que se aplica a los países desarrollados, a excepción de EEUU, que no firmó el Protocolo, cuya fecha de caducidad era el 31 de diciembre de 2012. Además, Canadá, Japón y Rusia, que ya anunciaron su intención de no renovar Kioto, se caen del segundo periodo de compromisos.
Durban fija la fecha de inicio del segundo periodo de compromiso de Kioto para 2013, con lo que se evita un vacío en la lucha contra el cambio climático, pero deja para posteriores reuniones su fecha de finalización, 2017 o 2020.
No se formulará un nuevo acuerdo que suceda al Protocolo de Kyoto hasta la próxima conferencia sobre el clima, que tendrá lugar en Qatar en 2012. En los próximos años deberán fijarse los objetivos de reducción de emisiones para los distintos países. Sin embargo, la UE y los Estados que se han adherido al Protocolo de Kyoto sólo generan un 15% de las emisiones globales de gases contaminantes. Países como China y la India, dos de los grandes contaminadores, no están sometidos a esta normativa.
Finanzas
El Fondo Verde para el Clima pondrá a disposición de los países en desarrollo 100.000 millones de dólares anuales (74.000 millones de euros) para que puedan adaptarse a las consecuencias del cambio climático. Además, con ese monto se promoverán proyectos para la protección del clima. La creación del fondo se acordó ya en Cancún, pero en Durban los delegados pactaron un programa de trabajo para 2012 con el fin de hacer factible el fondo, entre otros, contratando personal.
Protección de los bosques
No se ha avanzado significativamente en los acuerdos para la protección de los bosques. Tampoco hay previsto dinero para ello en el Fondo Verde. Así, cobra fuerza la posibilidad de que la financiación para la protección de las selvas venga de centrales eléctricas e industrias, que entonces no tendrían que reducir tan drásticamente sus emisiones. Como el bosque absorbe mucho dióxido de carbono, podría abaratar los derechos de contaminación.
Hoja de ruta
Se pone en marcha una hoja de ruta, propuesta por la UE, para la adopción de un nuevo acuerdo global vinculante de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, aplicable a todos los países, al contrario que Kioto, que sólo incluye a los Estados desarrollados.
Tras un pacto entre la India, reticente a asumir compromisos vinculantes, y la Unión Europea, el documento final acuerda empezar las negociaciones para adoptar, en 2015, un resultado con fuerza legal para todos los países.
La ambigüedad del término traslada a posteriores cumbres la verdadera negociación, que consistirá en establecer exactamente el marco legal y las obligaciones a las que se someterán los países que lo ratifiquen.
El nuevo acuerdo global deberá estar listo antes de 2020, periodo en que finalizan los compromisos voluntarios de recortes efectuados por los Estados en la cumbre de la ciudad mexicana de Cancún de 2010.
Aunque los acuerdos alcanzados han sido criticados por algunos países en desarrollo y muchas organizaciones ecologistas por su falta de ambición a la hora de aprobar nuevas reducciones de emisiones, su objetivo es mantener la subida de temperaturas a menos de 2 grados con respecto a la era preindustrial para finales de este siglo. Según nos consta, incluso China lamenta la falta de voluntad de los países desarrollados en Durban.
El sistema urbano español tiene una estructura claramente jerarquizada, en la que Madrid y Barcelona son sus núcleos rectores. Se trata de las dos áreas metropolitanas con vocación internacional —continental e incluso intercontinental— que concentran importantes contingentes de población —más de cuatro millones de habitantes cada una—, así como una notable actividad económica, social, cultural, deportiva.... La historia urbana
Los núcleos urbanos españoles tienen mayoritariamente un origen prerromano, bien como ciudades indígenas o como colonias griegas y fenicias. La romanización realiza una aportación fundamental mediante la creación de nuevos núcleos de población que se caracterizan por tener un plano ortogonal a imagen y semejanza de los campamentos militares.
En el siglo III como consecuencia de las frecuentes invasiones bárbaras empiezan a amurallarse los núcleos urbanos…La Edad Media es uno de los períodos clave para entender el urbanismo español, sobre todo a raíz del año 711 cuando se produce la invasión musulmana. La ciudad islámica aporta toda una serie de elementos completamente nuevos, como es el alcázar o alcazaba —el castillo— que otorga protección para el núcleo de viviendas, mientras que el recinto amurallado pasa a denominarse medina. Los sectores que quedan fuera de la medina pasan a denominarse arrabales.
El plano islámico se caracteriza fundamentalmente por su irregularidad, por la presencia de calles sinuosas, estrechas y sin salida. Las plazas son escasas, porque esta ciudad está caracterizada por la vida privada, desarrollada en cada casa según rezan los propios versículos del Corán. Por esa razón las calles también están reducidas a su mínima expresión.
A partir de los siglos XI a XIII, con la Reconquista surgen nuevos núcleos de población y, sobre todo, nuevas tipologías, unas unidas a las grandes rutas de las peregrinaciones. Se trata de planos alargados, cuyo eje articulador es la propia vía de comunicación. Por otra parte, surgen los planos de planta ortogonal, caracterizados por la regularidad de sus trazados —siguen el esquema romano—, como ocurre en Castelló y San Sebastián. La aportación de este urbanismo es la plaza, que en estas ciudades se convierte en un elemento organizador básico de la vida urbana, como había ocurrido en el Imperio Romano con el foro.
En el período comprendido entre el Renacimiento y el siglo XVIII las ciudades no experimentan cambios radicales. Con la llegada de la monarquía absoluta se empieza a prescindir de muchas murallas, por lo que se inicia un proceso expansivo de las zonas habitadas. La proliferación de conventos es una de las notas destacadas en estos siglos, que culminan en el reinado de Carlos III, quizá el primer urbanista, ya que fue el responsable directo del diseño del Paseo del Prado, el promotor de la construcción de edificios institucionales y de la monumentalización de los principales accesos a Madrid, como la célebre Puerta de Alcalá.
La Ilustración también nos ha legado importantes aportaciones urbanísticas, como la fundación de poblaciones como La Carolina (Jaén), El Ferrol o Sant Carles de la Ràpita, todas ellas bajo los esquemas racionalistas y regulares propugnados en la época.
En el siglo XIX, se producen importantes cambios derivados de la Revolución Industrial. Se derriban las murallas que todavía muchas ciudades mantenían. El fenómeno derivado de este proceso es la creación de las denominadas rondas, grandes avenidas que servirán en adelante como nexo de unión o línea de separación entre la ciudad vieja y las nuevas áreas edificadas. Otro hecho fundamental será la desamortización que provocará la disolución de numerosos conventos que desde época barroca se habían instalado intramuros en las ciudades españolas. Por otra parte, la creación administrativa de las provincias desde 1833 va a otorgar a más de cincuenta núcleos una función preponderante como capitales provinciales.
La fisionomía de las ciudades experimenta hacia finales del siglo nuevos cambios como consecuencia de la generalización del transporte público, el ómnibus surge en la primera mitad de la centuria, mientras que en 1871 entra en funcionamiento el tranvía de mulas, que va siendo sustituido desde 1896 por el tranvía eléctrico. Las dotaciones urbanas también son mejoradas progresivamente: se introduce el pavimento de adoquín en las calzadas, los mercados empiezan a ser dotados de cubierta y surgen los primeros sistemas de alumbrado público de las calles mediante gas
Los centros históricos se erigen en receptores de la actividad económica y burocrática de las ciudades, función que comparten con la puramente residencial. Para ello se asiste a la realización de auténticas reformas urbanas: como en Madrid con la Puerta del Sol (1856-1862)o en Zaragoza con la calle Alfonso I (1865-1879).
Para dar cabida a las nuevas clases burguesas surgidas en la época surgen los denominados ensanches: se trata de auténticos barrios en los que el planeamiento establece planos en damero —una herencia clásica— para ordenar perfectamente las manzanas de edificios —grandes bloques más o menos cuadrados con las esquinas en chaflán— y facilitar la movilidad. Las dotaciones surgen de forma paralela —saneamiento, arbolado lineal en las aceras, alumbrado público…— y suelen completarse en los patios de cada bloque con pequeñas zonas verdes, como ocurre en la Plaza Real de Barcelona, donde se aplicaron los esquemas de Ildelfonso Cerdá. Las teorías de este arquitecto catalán fueron exportadas a la práctica totalidad de ciudades españolas importantes, que conservan dichos ensanches siguiendo más o menos fielmente sus preceptos: Barcelona, Madrid, León, Alcoi, Pamplona, Valencia…
En el primer tercio del siglo XX las reformas urbanas continúan siendo relevantes para adecuar las ciudades a las necesidades de la población. Se pretende conseguir una mejora higiénica, aumentar la movilidad, articular el viario histórico con el ensanche y, en general, lograr una dinamización inmobiliaria para continuar creando viviendas. A este tipo de premisas obedecen la creación de la Gran Vía madrileña o la Via Laietana barcelonesa.
La generalización del tranvía, por otra parte, incrementa el valor central de los ensanches y la incorporación al tejido urbano el extrarradio, poniendo orden a la espontaneidad de su crecimiento. Surgen las ciudades jardín como es el caso de Zaragoza.
Durante los primeros años de gobierno del general Franco se ponen en marcha grandes obras públicas, como la mejora de los accesos a las principales ciudades y de sus ejes directores. La segregación social, de todas formas, es una de las facetas negativas de la época.
Desde el punto de vista puramente constructivo cabe destacar la creación de barriadas, una serie de construcción masiva emprendida por el Estado. Se trata de bloques generados en serie y que reciben apelativos ciertamente significativos como cuartel, bloque, poblado, grupo o polígono.
Desde 1957, con la promulgación de la Ley del Suelo y la creación del Ministerio de Vivienda, se da pie a la construcción en altura mediante las torres, un elemento básico en el urbanismo del siglo XX que a España llega con notorio retraso en comparación con la tendencia observada en Europa varias décadas antes.
En los años sesenta y ochenta del siglo XX se produce una auténtica explosión urbana coincidiendo con una coyuntura socioeconómica favorable. La renta per cápita se incrementa y la población accede a la propiedad de la vivienda.
Las ciudades baten sus registros demográficos debido a las elevadas tasas de natalidad de sus habitantes y, como complemento, como consecuencia del flujo inmigratorio procedente de diversos puntos de la propia nación.
Esta situación crea auténticos problemas de crecimiento a las ciudades, que requieren nuevo suelo urbanizable para generar más vivienda, nuevas dotaciones e incluso para trasladar sus industrias. Los primeros Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU) surgen precisamente desde 1956 con la finalidad de conquistar grandes superficies para urbanizar, así como para ordenar la movilidad mediante la creación de vías rápidas para garantizar la viabilidad de los flujos de personas y mercancías.
El aumento del suelo urbano provoca el inicio de la periferización de las ciudades, que extienden la urbanización sobre terrenos antiguamente dedicados a la agricultura.
En la actualidad, la ciudad española se caracteriza por los siguientes rasgos:
culto hacia el consumo, que deriva en su caso extremo en la instalación de grandes superficies comerciales;
terciarización un tanto abusiva;
se introduce el urbanismo de la imagen, con inversiones multimillonarias: museo Guggenheim, Ciudad de las Artes y las Ciencias; Expo de Zaragoza
la propia realidad autonómica española genera o refuerza la función administrativa de algunas ciudades, las capitales autonómicas;
los centros históricos tienden a ser recuperados y peatonalizados;
se crean nuevos polígonos residenciales en la periferia, mejor dotados, en los que predomina un tejido habitacional de baja densidad (adosados, villas, etc.);
surgen por doquier los espacios verdes de borde urbano;
en la periferia se concentran y asocian diversos usos, en ocasiones totalmente dispares: oficinas, hipermercados, parques científicos, ciudades deportivas, urbanizaciones residenciales…
en definitiva, la industria urbana tiende a desaparecer, por lo que la ciudad adquiere primacía como concentración residencial y terciaria, como un binomio residencial-terciario.
Evolución de la Población Española en el siglo XX y XXI
En el siglo XX se ha pasado de una sociedad agrorrural a un modelo urbano-indutrial propio de los países más avanzados del continente europeo. Se ha pasado de una sociedad rural, con una modesta densidad de población, un fuerte porcentaje de jóvenes y un débil crecimiento demográfico (altas tasas de mortalidad y natalidad), a una sociedad urbana y terciarizada, con fuertes aglomeraciones de población (aumentan las desigualdades territoriales) y un crecimiento débil o incluso negativo que viene dado por bajas tasas de natalidad y mortalidad.
La transición demográfica, en cualquier caso, tiene un tardío inicio en España debido a la tormentosa historia social, política y administrativa del siglo XIX. De hecho, antes de 1900 el único núcleo industrial propiamente dicho en el país es Barcelona, que se convierte literalmente en la fábrica de España y durante esos años los entierros seguían siendo superiores a los bautizos. En la España de finales del siglo XIX, en definitiva, la esperanza de vida apenas alcanzaba los 35 años (1880-1890), mientras que las principales magnitudes demográficas indicaban el importante crecimiento demográfico que se estaba produciendo (TN del 36 por mil y TM del 30 por mil) , aunque la emigración exterior (sobre todo a Ultramar) provocaba que el crecimiento real únicamente fuera del 0'4%.
Con la llegada del siglo XX se experimenta un mayor incremento demográfico como consecuencia del descenso de la mortalidad, debido a la mejora de las condiciones sanitarias. La presión de la población registra cotas superiores en las áreas centro y sur, donde el crecimiento natural es superior al 1%. En las tres primeras décadas (1900-1930) España aumenta en seis millones de habitantes su población, un 27%. La Guerra Civil romperá esta positiva tendencia trsyendo tres consecuencias básicas desde el punto de vista demográfico:
- reducción acusada de la natalidad, es decir, se produce una auténtica desnatalidad (niños-as que dejan de nacer y que, probablemente, en condiciones normales hubieran sido engendrados). Dicha pérdida se ha cifrado en 350.000 nacimientos frustrados;
- una paralela reducción de la fecundidad;
- por último, el lógico incremento de la mortalidad.
La etapa de postguerra fue, a todos los niveles, una de las más duras en la historia de España. La vida se rerruralizó, se vivieron diez años de racionamiento económico y se cerraron las fronteras (autarquía). La natalidad, de todas formas, se incrementó.
En los años sesenta del siglo XX —aproximadamente entre 1960 y 1975— se inicia el período del denominado desarrollismo español con un crecimiento de las ciudades sin precedentes, así como un éxodo rural. En definitiva, las provincias que ganan población lo hacen sumando dos millones de habitantes, mientras que las emisoras de habitantes pierden 2`7 millones. Este desajuste se explica por la permanencia de las migraciones externas, en concreto hacia países europeos que demandaban mucha mano de obra: en el período 1961-1970 salen de España 100.000 emigrantes anuales, mientras que en 1964 se registra la cifra récord con 200.000 salidas. Los destinos mayoritarios eran Alemania, Gran Bretaña y Francia, sin olvidar Bélgica, Suiza o los Países Bajos.
En los años setenta se experimenta en España el Baby-Boom, como resultado de una nupcialidad alta y precoz que, a su vez, deriva en una alta natalidad. Las curvas de TM y TN se encuentran entonces distantes, se producen unos 700.000 nacimientos anuales y el índice sintético de fecundidad muestra sus mayores registros: tres hijos/mujer en 1970, dos hijos/mujer en 1980 y apenas un hijo por mujer en el año 2000.
En los años ochenta, sin embargo, se asiste a la etapa final de la transición demográfica española. El crecimiento de la población sufre una brusca interrupción, aunque la tendencia apunta hacia un envejecimiento sostenido, tanto por el recorte de la natalidad como por la mayor esperanza de vida de la población.
En los años noventa, España se equipara a la realidad europea en el aspecto demográfico. La esperanza de vida femenina se eleva hasta los ochenta años, mientras que el índice sintético de fecundidad es menor a los dos hijos/mujer. Empieza a cambiarse el modelo de migración, con una llegada importante de inmigrantes extranjeros, que primero proceden de países vecinos, pero que posteriormente llegarán desde lugares ciertamente distantes.
Así pues, la población española creció en el siglo XX el 112% , pero se registra un imparable descenso de la tasa de natalidad en España, que ha pasado del 17,78% a principios de siglo al 4,66% en el período 1995-2000. Entre 1955 y 1965 se registró el mayor aumento de la emigración española al extranjero, con un total de 964.916 emigrantes y la población extranjera residente en España pasó de representar en 1900 el 0,3% de la población total al 8,46% en 2005 PIRÁMIDE INVERTIDA
La evolución de la población española a lo largo del siglo XX estuvo afectada fundamentalmente por dos circunstancias: por los efectos derivados de la Guerra Civil, tanto por el menor número de nacimientos como por los fallecimientos causados por la guerra y el posterior éxodo al extranjero, y por la drástica caída de la mortalidad en España a partir del período 1975-1980. Así, en el quinquenio 1975-1980 se registraron 3.192.918 nacimientos, una cifra que se redujo hasta 1.848.433 en el período 1995–2000.
El problema demográfico español se sitúa fundamentalmente en la estructura por edades de la población española, ya que se ha invertido su pirámide de tal forma que el porcentaje de población menor de 16 años, que en 1900 representaba el 36,3% de los residentes, fue disminuyendo progresivamente hasta reducirse al 27,4% en 1980 y, de manera más drástica, al 15,6% en el año 2000.
Por el contrario, la población mayor de 65 años, que representaba al comienzo del siglo XX el 5,2%, se situó en el 9,7% en 1970 y en un espectacular 17% en el año 2000.
Respecto al proceso en el descenso de la natalidad en España, se puede afirmar que ha sido imparable a lo largo del siglo XX, pasando del 17,78% en el quinquenio 1900-1905, al 10,99 en 1935-1940, al 8,94 en 1975-1980 y descender al 4,66% en el período 1995-2000. LAS MIGRACIONES EXTERIORES
Las salidas de los españoles al extranjero se realizaron durante tres periodos durante el siglo XX: en primer lugar la emigración fundamentalmente a América ocurrida hasta la 1ª Guerra Mundial (1914-918), posteriormente la salida por motivos de exilio motivado por la Guerra Civil (1936-939) y por último el gran éxodo hacia Europa de los años 50 y 60. Es de reseñar también el regreso de los inmigrantes en la última década del siglo.
Julio Alcaide
La emigración neta de españoles entre 1935-1940, al final de la Guerra Civil, fue de 101.872 personas (142.089 varones emigraron en ese período y se produjo un retorno a España de 40.226 mujeres).
Entre 1955 y 1965 se registró el mayor aumento de la emigración española al extranjero, con un total de 964.916 emigrantes (cifra equivalente al 79,4% del total computado entre 1950 y 1980, los años de mayor emigración en la historia de España).
Por otra parte, la inmigración extranjera comienza a aumentar en España a partir de 1980, se acelera en la década de 1985-1995 y alcanza cifras muy elevadas entre 1995 y 2000, cuando se incorporan a la población española 972.151 inmigrantes netos. Las distintas entradas de inmigrantes elevan a 1,5 millones la cifra de extranjeros residentes en España en el año 2000. Esta cifra se convirtió cinco años después, en 2005, en 3,7 millones de inmigrantes (el 8,46% de la población).
LA MIGRACIÓN INTERIOR
Julio Alcaide
El estudio refleja también exhaustivamente el resultado de las migraciones interiores durante todo el siglo XX y provincia a provincia.
La evolución de los datos de migración interior es muy ilustrativa cuando se estudia por provincias y comunidades autónomas, y anticipa lo que se produce en el inicio del siglo XXI. Los resultados, que demuestran el trascendental fenómeno de una auténtica repoblación de España basada en la inmigración extranjera, se pueden analizar en el apéndice incluido en la obra para el período 2000-2005. EL PARO DURANTE EL SIGLO XX
Se pueden obtener conclusiones importantes con el estudio de la evolución del paro, siendo especialmente relevante el efecto de la crisis económica subsiguiente al crack de 1929 y la posterior depresión que llevó a la situación de 700.000 parados sin subsidio.
Igualmente, se puede ver la evolución del paro al final del siglo XX, con el incremento incesante del mismo desde la crisis económica mundial de 1974 y la corrección iniciada al final del siglo (hasta situarse en 2007 en una tasa de desempleo del 8%). LOS CAMBIOS EN LA DENSIDAD DE POBLACIÓN
En estos cambios tienen un enorme efecto de las migraciones internas y externas y la inclinación de los habitantes a poblar la cuenca mediterránea, los dos archipiélagos y las grandes ciudades, en detrimento de las regiones interiores y rurales, que llegaron a registrar menor población en 2004 que en 1900.
Este fenómeno de convergencia hacia las regiones más desarrolladas es un arma de doble filo, que se pone de manifiesto cuando se estudian datos económicos como el ahorro familiar, más extendido en las poblaciones tradicionalmente agrícolas, lo que hace pensar en una excesiva dependencia de la economía del país en los sectores industrial y de servicios. Como muestran los datos de la evolución de la población española residente, su crecimiento a lo largo del siglo XX supuso pasar de 18,6 millones de habitantes en 1900 a 40,8 millones de personas censadas en 2000, lo que significó un crecimiento de la población residente en España a lo largo del siglo del 120%, pasando al mismo tiempo de una densidad de 36,7 habitantes por kilómetro cuadrado en 1900 a 80,7 en el año 2000.
La densidad de la población creció fundamentalmente en Madrid (672%) y Canarias (450%), seguidas de Cataluña (257%), País Vasco (253%) e Illes Balears (216%). También alcanzan un crecimiento superior al 100% las Comunidades de Cantabria (193,3%), Valencia (162%), Andalucía (108,5%) y Murcia (101,5%).
RECUPERACIÓN DE LA POBLACIÓN EN EL SIGLO XXI
En este siglo XXI estamos viendo que se está recuperando la pirámide de edad de la población española, gracias a la incorporación desde finales del siglo anterior de varios millones de personas, la gran mayoría jóvenes en edad de trabajar y de tener hijos; lo que ha supuesto una auténtica revolución social, con inversión de la tendencia negativa del crecimiento vegetativo de la población e incremento de las afiliaciones a la Seguridad Social y con la ocupación de los puestos de trabajo no aceptados por la población autóctona.
Las cifras de extranjeros residentes en el siglo XXI –referidas al 1 de enero de 2005–alcanzan los 3.730.610 residentes extranjeros. La población extranjera residente en España aumentó en cinco años el 303,8%, pasando de representar el 2,28% en el año 2000 al 8,46% de la población total española en 2005. Sobrepasando en 2010 el 10% de la población residente en España.
Es preocupante, sin embargo, que la población inmigrante elija para su asentamiento las regiones más desarrolladas, contribuyendo a un mayor desequilibrio en la densidad de población.
En términos absolutos, entre los años 2000 y 2005, las provincias que acogieron un mayor número de inmigrantes fueron Madrid (674.047), Barcelona (498.586), Alicante (218.460), Valencia (180.499), Murcia (155.959) y Málaga (119.902).
LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS EN ESPAÑA
Introducción
A lo largo de los siglos la Península Ibérica, por su posición a caballo entre dos grandes masas de agua y entre dos continentes, ha sido una tierra de paso y de asentamiento de numerosos pueblos. De la misma forma las condiciones físicas y las estructuras socioeconómicas han provocado que los flujos migratorios se hayan desarrollado de una forma permanente.
Durante la Edad Moderna destacan dos tipos, los que tuvieron lugar hacia América a partir del siglo XVI, y la inmigración interior, desde las regiones del centro de la península hacia las de la periferia. En el primer caso se trató de andaluces, canarios y gallegos principalmente, mientras que en el segundo implicó el desplazamiento de cientos de miles de castellanos y extremeños hacia las regiones costeras. Este movimiento tuvo su apogeo en el siglo XVIII.
En el siglo XIX las emigraciones se dirigieron en hacia el norte de África, en el interior desde las regiones rurales hacia las industriales (Cataluña, País Vasco y Madrid) y sobre todo se incrementó la emigración hacia el continente americano, en especial hacia Argentina) y Cuba.
La emigración hacia América alcanzó su apogeo a principios de este siglo, pero tras la Primera Guerra Mundial, el flujo se redujo debido a la coyuntura económica, que permitió un crecimiento de la mano de obra industrial en España, lo que provocó una reducción de la emigración hacia el exterior.
La Guerra Civil y la postguerra redujeron la emigración (excepto la política), pero a partir de los años sesenta la emigración se reactivó como no lo habían hecho nunca a lo largo de la Historia.
La nueva coyuntura económica favoreció la movilidad de las personas que buscaban mejorar su situación laboral y de esa forma se inició un doble movimiento migratorio desde las zonas rurales (el denominado “éxodo rural”) más atrasadas del sur y del centro peninsular, hacia las zonas urbanas más industrializadas, calculando que unos cuatro millones de personas abandonaron sus hogares. La emigración exterior hacia Europa se estima en cerca de dos millones el número de personas que entre 1959 y 1973 abandonaron España para buscar trabajo en los países de la Europa Occidental más industrializados, que buscaban mano de obra barata para su industria en los países del Mediterráneo. Alemania, Francia, Suiza, Bélgica e Inglaterra fueron los destinos de ese gran flujo emigratorio que contribuyó con su esfuerzo a la reconstrucción de muchas zonas europeas que estaban recuperándose de los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Su aportación en divisas fue fundamental para la recuperación de la economía española de las décadas de los años sesenta y setenta.
Esta situación cambió a partir de los años 80, el desempleo aumentó, la producción se redujo y la industria europea dejó de necesitar más mano de obra, por lo que muchos de aquellos emigrantes tuvieron que volver a España, lo que produjo un incremento del desempleo.
Desde mediados de la década de los años noventa se inicia también un nuevo proceso que hasta ese momento apenas si había tenido precedentes en la Historia de las migraciones en nuestro país. Por primera vez en muchos siglos, España se ha convertido en receptora de inmigrantes.
El motivo de este hecho hay que buscarlo en la elevación del nivel de vida que se produce en España durante las últimas décadas, sobre todo tras la entrada en la Unión
Europea en 1986. El crecimiento económico y la recuperación de determinados sectores de actividad, ha favorecido un proceso de llegada de inmigrantes que buscan en nuestro país unas condiciones de vida mucho más favorables que las que encuentran en sus países de origen.
Se calcula que desde mediados de la década de los años noventa hasta hoy día, cerca de cinco millones de personas han llegado a España utilizando todos los medios posibles para entrar, en la mayor parte de los casos de forma ilegal, en nuestro país.
Estos inmigrantes proceden básicamente de tres zonas del mundo. En primer lugar del norte de África, bien sean de los países del Magreb, intentando la travesía del Estrecho de Gibraltar para llegar a la costa andaluza mediante frágiles pateras, o bien de países del África subsahariana, empleando otro tipo de embarcaciones llamadas cayucos para tratar de llegar con ellas a las islas Canarias.
El segundo lugar de procedencia es el de los países del Este de Europa, en especial de las Repúblicas de la antigua URSS tras su disolución en 1991, o bien de áreas balcánicas, en especial de Rumania, que se ha convertido en uno de los mayores núcleos
de emigración desde su entrada en la Unión Europea en 2007.
El tercer ámbito desde el que España recibe inmigrantes es del continente americano, en especial del sur y del Caribe, destacando particularmente los procedentes de Ecuador.
Estos inmigrantes se ocupan de los trabajos más difíciles y peor pagados, en general los relativos a las labores del campo, la producción industrial o el servicio doméstico en las ciudades. Su situación de ilegalidad los convierte en mano de obra muy barata y dócil por lo general, por lo que su número está aumentado considerablemente para sustituir a los españoles en aquellas tareas más ingratas o de menor remuneración económica.
El turismo español inicia su boom a partir de 1960 (segundo en ingresos, tercero en número de turistas. EEUU y Francia), esto se debe a una serie de factores, tanto internos como externos. Entre los primeros debemos tener en cuenta la demanda interna cada vez mayor, la mejoría en la oferta y su diversificación, la disponibilidad de recursos humanos cualificados, la mejora de las infraestructuras y una buena política de promoción estatal, así como la inestabilidad política en la otra orilla del mediterráeo, si tenemos en cuenta los factores externos, hay que tener en cuenta. el desarrollo europeo de la postguerra y los avances de los medios de transporte y por último debemos hablar de los factores físicos claves en el desarrollo del turismo "sol y playa".
La oferta turística se divide en hotelera (más de un millón de plazas, de categoría intermedia y tercera después de EEUU e Italia) y la extrahotelera (camping, apartamentos, segundas residencias...). La oferta gastronómica tiene gran calidad, aunque predomina la de nivel medio, y medio bajo y la oferta de recreo está compuesta por las instalaciones deportivas, parques temáticos...
La demanda internacional se caracteriza por su progresivo crecimiento salvo las crisis de 1975 y 1992. La entrada en la UE y en la Europa del Euro ha aumentado la presencia de turistas europeos (alemanes, británicos, franceses, Benelux, italianos y portugueses). El turismo extranjero es mayoritariamente estival, se dirige a zonas de sol y playa, que complementa con alguna jornada cultural-histórica y se dirige a las islas, Cataluña, Andalucía y Comunidad Valenciana. Es el principal cliente de plazas hoteleras.
La demanda nacional ha ido creciendo conforme al crecimiento económico y hoy en día es un importante componente.
El problema del turismo español viene derivada por la gran dependencia del denominado turismo de "sol y playa", de poco niverl adquisitivo y a esto se ha añadido el alza paulatina de los precios, el control de los tours operadores, la estacionalidad, la rigidez ante la demanda y la cada vez mayor competencia de otros destinos. Junto a ello, hay que tener en cuenta el gran impacto paisajístico provocado en la costa mediterránea que no favorece la mejora de la calidad de nuestro turismo.
Así pues hoy en día es necesaria una reconversión y renovación estructural del turismo español. Son necesarias nuevas ventajas competitivas para que España haga frente y consolide su liderazgo a un turismo claramente en aumento.
La crisis ha planteado la necesidad de una reconversión y renovación con los siguientes objetivos:
Potenciar el turismo de calidad.- Creando buenas infraestructuras, modernizando instalaciones, cualificación profesional y cuidando el medio ambiente.
Mejorar la oferta.- Para luchar contra la rigidez, la estacionalidad, los desequilibrios regionales y las competencias de otros países, fomentando nuevas modalidades de turismo, como:
El de la tercera edad, deportivo (naútico y golf, en invierno y alto poder adquisitivo de la clientela), rural (favorecido por la UE), ecoturismo, cultural, de congresos, temático...
Disminuir la dependencia de los tours operadores internacionales sustituyéndolos por nacionales.
Compatibilizar el desarrollo del turismo con la calidad medioambiental. La tendencia actual del cuidado medioambiental está relacionada con la demanda turística de espacios ricos medioambientales. Desde la década de los ochenta se valora el impacto medioambiental de los proyectos, se cuida la estética paisajística, se integra las construcciones en el paisaje, se crean espacios naturales protegidos, se limita la construcción y la urbanización mediante moratorias, se regeneran espacios degradados y revitalizan las ciudades históricas, para favorecer la imagen turística y de paso la calidad de vida de la población residente.
Las áreas turísticas son los espacios que cuentan con una elevada afluencia de turisticas, tanto extranjeros como nacionales. En España, las densidades mas altas corresponden a las zonas de turismo de sol y playa e Baleres, Canarias y el litoral mediterraneo peninsular; y a Madrid, que recibe un importante turismo cultural. Le siguen en importancia las areas con densidades medias de las costas del noroeste y norte peninsular; y las del interior de lass comunidades catalana, valenciana y andaluza. Junto a estas grandes areas existen puntos turisticos aislados basados en atractivos diferentes, como las estaciones de esquí, el turismo rural y lgunas ciudades historicas del interior (Salamanca, segovia, etc.).
Aquí podéis ver la cifrassobre el gasto realzado por los turistas en el 2010 en España y en este otro enlace el número de turistas llegados a España.
El impacto del turismo.
En las áreas litorales, el turismo incrementa los efectivos de población, aumenta la población empleada en el sector terciario y en la construcción.En las áreas rurales ha permitido en algunos casos frenar el despoblamiento. También ha mitigado la emigración en algunas ciudades históricas.
Der la misma forma, en el litoral, también ha provocado frecuentemente alta densidad de construcción y especulación del suelo.En algunos espacios rurales y urbanos ha colaborado a la rehabilitación del patrimonio edificado.
Y hay que decir que el turismo crea empleo, gran parte de este empleo es estacional.Ejerce un efecto multiplicador sobre otras actividades Aporta aproximadamente el 11,4% del PIB.Compensa la balanza comercial y frena el endeudamiento.Influye en la política de transportes, que se ha orientado a dotar de buena accesibilidad a los núcleos turísticos. Modernizar la red de aeropuertos, ha aumentado la capacidad portuaria para embarcaciones.
También fomenta el acercamiento de los pueblos y el contacto entre cultura, favoreciendo el entendimiento politico entre los estados.
Pero también trae consecuencias, tales como
Alteraciones en el medio y en el paisaje: construccion de pantanos, creacion de canteras, moviminetos de tierra para el transporte, etc.-
Transformaciones en la economia: revalorizacion de tierras de cultivo y de potencializacion de las actividades demandadas por el turismo.
Conflictos por el uso del suelo y de los recursos: perdida de suelo cultivado ante la presion urbanizadora, conflictos por el uso del agua, etc.
Levantamientode grandes bloques de apartamentos y hoteles junto las playas, la urbanizacion incontrolada en espacios naturales de gran valor, la contaminacion e playas y bosques, etc., que exigen actualmente politicas d proteccion y rahabilitacion
Ver el impacto del turismo en "La Manga del Mar Menor"
Proceso de terciarización en España
En España el proceso de terciarización de la economía ha sido muy rápido. No debemos olvidar que tras la guerra civil gran parte de la población volvió al campo.
Tras el Plan de Estabilización de 1959 España comenzó el proceso de industrialización. La población se trasladó del campo a la ciudad y no todos encontraron empleo en la industria; se dedicaron a los servicios. En los años 60 el sector primario ocupaba al 40% de la población empleada, el secundario es 29% y el terciario 31%. No obstante el sector ya suponía más del 40% del PIB.
La crisis económica de 1973-1984 produjo una recesión del crecimiento económico. El paro aumentó espectacularmente. Muchas personas trataron de salir del paro creando pequeñas empresas de servicios, tiendas, bares, quioscos, etc. Además tras el triunfo del PSOE en las elecciones generales de 1982 la Administración creció espectacularmente. En esta época la población empleada en este sector era la más numerosa 45% frente al 18% del sector primario y el 37% de la industria. En esta época supone casi el 55% del PIB.
A partir de 1985, del ingreso en la Unión Europea (1986) y de la aparición de la informática en el mundo laboral (década de los 90) el sector servicios alcanza niveles de país desarrollado. En la actualidad más del 62% de la población empleada se ocupa en los servicios, el 8% en el sector primario y el 30% en la industria. Hoy en día es el responsable de más del 65% del PIB. Distribución del sector terciario en España
En España las regiones con más población activa empleada en el sector terciario son:
Madrid, una de las regiones industriales más importantes del país y la capital de España, es donde se localiza la Administración central y donde trabajan muchísimos funcionarios. Encontramos servicios financieros centrales, aquí se localizan la mayoría de las empresas que dan servicios a toda España, como las empresas de comunicación. También es la ciudad que más población concentra, por lo que abundan las actividades de ocio. Más del 70% de la población empleada está ocupada en este sector. Junto a Madrid, y con características muy similares están Barcelona, Valencia, Sevilla y Bilbao.
Baleares y Canarias también tienen gran parte de su población empleada dedicada al sector servicios, más del 70%, pero está especializada en el subsector del turismo.
Las capitales de provincia también tienen mucha población activa empleada en el sector terciario. Es donde están los servicios centrales de la Administración para toda la provincia y donde están los principales centros de ocio.
LOS TRANSPORTES Y LAS COMUNICACIONES.
Los transportes tienen como función el desplazamiento de personas y mercancías de un lugar a otro. Los elementos que participan en esta actividad son: las infraestructuras móviles (en que lo desplazo), y las redes de transporte (por donde lo desplazo).
Las redes de transporte son importantes por varias razones: Ponen en contacto la producción y el consumo y articulan el territorio (relacionan las zonas entre sí).
Actualmente la red de transportes en España tiene una serie de características:
Tienen un carácter radial, en torno a un núcleo situado en Madrid (terrestre y aérea). Porque es el punto central y equidistante al resto de la península y por ser la capital.
La existencia de un medio físico bastante desfavorable. España tiene bastante altitud, muy montañoso y con zonas con mucha pendiente, lo que hace que surjan dificultades para establecer redes de transporte.
La importancia del transporte terrestre que en España es mayoritario (tanto en personas como en mercancías) estando en segundo lugar los transportes marítimos y aéreo.
Descentralización de la gestión sobre la competencia de estas redes. El Estado se ha reservado las que tienen interés nacional o las que comunican las comunidades, dejando el resto a las comunidades, ayuntamientos y diputaciones.
Desequilibrio regional. Algunas zonas son más completas mientras que otras son deficitarias; lo que ha llevado a que se potencien determinados ejes, mientras que algunas regiones han quedado en un segundo plano.
Fuerte impacto en el espacio natural. Los transportes necesitan de unas infraestructuras en cuya construcción se modifica considerablemente el paisaje, hay que unir la contaminación general por el transporte; tanto la atmosférica como acústica. Por esto en los últimos años se ha incrementado el control medioambiental de estas infraestructuras (pantallas acústicas, catalizadores).
Tipos de transporte:
Transportes terrestres: desplazan mercancías o población sobre la superficie terrestre. Son los más importantes tanto en distancias medias como cortas. Se pueden clasificar en: Por carretera: medio de transporte que desplaza a través de infraestructuras fijas y con elementos móviles. Adquiere importancia a comienzos del siglo XX y en la actualidad es el más importante en el transporte de pasajeros y mercancías; sobretodo en distancias cortas y medias y con mercancías de poco peso (menos de 30 toneladas). Es el más utilizado porque tiene la ventaja de la facilidad y accesibilidad de desplazamiento.
Destaca la rede de carreteras, tiene una forma radial con un núcleo central que es Madrid. Se debe en parte a la historia, adquiere esta estructura en el siglo XVIII, se potencia en el XIX y es mayor en la dictadura de Franco, porque se intenta dar importancia a un estado centralizado, esta red se puede subdividir en tres tipos de redes en función de quien la controla:
Estatal o nacional: la gestiona el estado a través del Ministerio de Fomento, tiene una extensión de unos 25.000 kilómetros y esta compuesta por carreteras de interés nacional, que unen importantes núcleos de población y a aquellas que se unen con otros países europeos. Esta compuesta por autopistas, autovías y carreteras nacionales. Soporta las mayor densidades de tráfico y las mayores saturaciones. Se han unido otros ejes transversales como el de la costa mediterránea, el del Valle del Ebro y las de Andalucías (Rojas)
Autonómica o de la Comunidad Autónoma: la gestionan las comunidades, son mucho más extensas que las anteriores, y conecta distintas regiones, o tramos y ramales de las carreteras nacionales. Generalmente son de un solo carril en ambos sentidos, inferior a 9 metros (entre 7 y 9) y con calzada de peor calidad, porque soportan una densidad de tráfico menos (Verdes)
Provinciales o urbanas: las gestionan las diputaciones o ayuntamientos. Comunican comarcas y núcleos de población. El ancho no supera los 7 metros, no suelen tener arcén, la calidad del pavimento es deficiente. Hay excepciones en las grandes ciudades (Madrid, Valencia) donde las altas densidades de tráfico llevan a la existencia de mejoras técnicas o a las llamadas carreteras de circunvalación (Naranja).
A pesar de esta amplia red de carreteras es inferior en extensión y en calidad a la media de la unión europea, por esto se ha creado el Plan General de Carreteras (93/08) en el que se intenta mejora, acondicionar toda la red de carreteras. Este plan tiene varios objetivos:
Incrementar el número de autovías y autopistas.
Reacondicionar las carreteras nacionales.
Mejorar las carreteras de carácter autonómico y provincial.
Potenciación de otros ejes transversales (el del cantábrico, la ruta de la plata y culminar la del Mediterráneo).
Transporte ferroviario: Entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX, el ferrocarril fue el principal modo de transporte. Características:
RENFE: absorbe más del 90% del transporte y tiene una estructura radial y arboriforme.
FEVE: Se sitúa principalmente en la zona cantábrica aunque también se puede situar en otras regiones. Su principal problema es su infrautilización.
AVE: Se inició con la apertura de la línea Madrid-Sevilla en 1992.
Parte de las vías y de los materiales se han modernizado, incrementándose también su seguridad, pero sus vías suelen ser mediocres. El tráfico de viajeros es rentable en las vías de cercanías entre las residencias periféricas y el lugar de trabajo, en cuanto al transporte de mercancías se centra en las cargas pesadas. Las vías más equipadas y con más inversiones comunican las zonas más modernizadas. Se prevé mejorar el tráfico de mercancías y la red nacional .
Transporte marítimo: características:
Se divide entre los puertos del Estado que son los puertos comerciales y los de las Comunidades Autónomas que son mucho más pequeños.
El tráfico de viajes es escaso; el de cabotaje se dedica al transporte de petróleo sobretodo; el de mercancías tiene gran importancia se destina sobretodo al transporte de carbón y otros minerales y de productos petrolíferos.
Los puertos requieren mejoras técnicas, esta financiación se realiza con fondos propios y de la Unión Europea.
Grandes desequilibrios regionales en equipamientos e inversiones.
Transporte fluvial: Se reduce el puerto de Sevilla, en el río Guadalquivir; presenta dificultades tales como la barra de entrada, con bancos de arena, y otros tramos de sedimentación excesiva.
Transporte aéreo: ha experimentado un rápido desarrollo, debido al crecimiento de la renta, a los cambios de la organización espacial de la economía y al desarrollo de los vuelos internacionales. Características:
La red de aeropuertos es bastante amplia, Madrid-Barajas se organiza como aeropuerto principal con conexiones directas con el resto de aeropuertos nacionales y principales del extranjero.
En cuanto al transporte de pasajeros es bastante competitivo con el resto de transportes, pero el de mercancías es escaso por su alto coste.
Desequilibrios porque los principales aeropuertos se localizan en las grandes ciudades más desarrolladas.
La UE ha liberalizado las tarifas y los servicios aéreos, esta medida ha afectado a las grandes compañías como Iberia.
El comercio exterior El comercio exterior es el que se dedica a exportar los productos que se fabrican en España a otros países y a importar los productos que se fabrican en otros países para venderlos en España. España suele tener una balanza comercial deficitaria, lo que quiere decir que importa más que exporta.
España exporta de todo pero el subsector más importante es el de servicios de turismo, en los que se cuentan el ingreso de divisas de los turistas extranjeros que llegan a España.
La mayoría de las exportaciones y las importaciones de España se realizan con los países de la Unión Europea: Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Portugal...
Fuera de la Unión Europea los principales clientes de España son Iberoamérica, Asia (Japón, China), África (Marruecos, Argelia, Egipto) y Estados Unidos. Se importan productos de EE UU, en Asia Japón, China, Corea del Sur, Taiwán; en África los países productores de petróleo y gas (Nigeria, Argelia, Libia) y Marruecos, y el Iberoamérica Argentina, México, Cuba (servicios turísticos) Colombia, Brasil, Chile (productos alimenticios) y México, Venezuela y Argentina (petróleo).